16 abr 2008




[...]

Tal vez en la intimidad de su cuarto, cuando estaba sola en la cama,
sentía un profundo alivio porque ya no tenía que seguir tirando
de la pesada carreta de sueños, ya no era necesario mantener vivo
el personaje inventado para representarse a sí misma, ni seguir
haciendo malabarismos para disimular las flaquezas de un amante
que nuca estuvo a la altura de sus ilusiones.


- I. Allende

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