16 abr 2008




[...]


Bajo esa apariencia algo vulgar se encontraba un alma refinada y una delicadeza
que no sabía traducir en gestos o palabras. Al contemplarla, a veces se le llenaba los
ojos de lágrimas y el pecho de una oprimiente ternura, que él disimulaba de un manotazo,
sofocado de vergüenza.

Le resultaba imposible expresar sus sentimientos y creía que cubriéndola de regalos y
soportando con estoica paciencia sus extravagantes cambios de humor y sus dolencias
imaginarias compensaría las fallas de su repertoria amante.

Ella provocaba en el un deseo perentorio, renovado cada día con el ardor de los primeros
encuentros, la abrazaba exacerbado, tratando de salvar el abismo entre los dos, pero toda
su pasión se estrellaba contra los remilgos de ella, cuya imaginación permanecía afiebrada
por lecturas románticas. [...]




~ Cuentos de Eva Luna - Isabel Allende

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